Venus posee una densa atmósfera,
compuesta en su mayor parte por dióxido de carbono y una pequeña cantidad de nitrógeno.
La presión al nivel de la superficie es 90 veces superior a la presión
atmosférica en la superficie terrestre (una presión equivalente en la Tierra a
la presión que hay sumergido en el agua a una profundidad de un kilómetro). La
enorme cantidad de CO2 de la atmósfera provoca un fuerte efecto invernadero que eleva la temperatura de
la superficie del planeta hasta cerca de 464 °C en las regiones menos elevadas
cerca del ecuador. Esto hace que Venus sea más caliente
que Mercurio, a pesar de hallarse a más del doble
de la distancia del Sol que éste y de recibir sólo el 25% de su radiación
solar (2.613,9 W/m2 en la atmósfera superior y 1.071,1
W/m2 en la superficie). Debido a la inercia
térmica de su masiva atmósfera y al transporte de calor por los
fuertes vientos de su atmósfera, la temperatura no varía de forma significativa
entre el día y la noche. A pesar de la lenta rotación de Venus (menos de una rotación
por año venusiano, equivalente a una velocidad de rotación en el Ecuador de
sólo 6,5 km/h), los vientos de la atmósfera superior circunvalan el planeta en
tan sólo 4 días, distribuyendo eficazmente el calor. Además del movimiento
zonal de la atmósfera de Oeste a Este, hay un movimiento vertical en forma de célula de Hadley que transporta el calor del
Ecuador hasta las zonas polares e incluso a latitudes medias del lado no
iluminado del planeta.
La radiación solar casi no
alcanza la superficie del planeta. La densa capa de nubes refleja al espacio la
mayoría de la luz del Sol y la mayor parte de la luz que atraviesa las nubes es
absorbida por la atmósfera. Esto impide a la mayor parte de la luz del Sol que
caliente la superficie. El albedo bolométrico de
Venus es de aproximadamente el 60%, y su albedo visual es aún
mayor, lo cual concluye que, a pesar de encontrarse más cercano al Sol que la
Tierra, la superficie de Venus no se calienta ni se ilumina como era de esperar
por la radiación solar que recibe. En ausencia del efecto invernadero, la
temperatura en la superficie de Venus podría ser similar a la de la Tierra. El
enorme efecto invernadero asociado a la inmensa cantidad de CO2 en
la atmósfera atrapa el calor provocando las elevadas temperaturas de este
planeta.
Los fuertes vientos en la
parte superior de las nubes pueden alcanzar los 350 km/h, aunque a nivel del
suelo los vientos son mucho más lentos. A pesar de ello, y debido a la altísima
densidad de la atmósfera en la superficie de Venus, incluso estos flojos
vientos ejercen una fuerza considerable contra los obstáculos. Las nubes están
compuestas principalmente por gotas de dióxido de azufre y ácido sulfúrico, y cubren el planeta por
completo, ocultando la mayor parte de los detalles de la superficie a la
observación externa. La temperatura en la parte superior de las nubes (a 70 km
sobre la superficie) es de -45 °C. La medida promedio de temperatura en la
superficie de Venus es de 464 °C. La temperatura de la superficie nunca baja de
los 400 °C, lo que lo hace el planeta más caliente del sistema solar.
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